En un contexto de incertidumbre financiera y desafíos globales, la empresa citrícola San Miguel, con sede central en Famaillá, mantiene firme su estrategia industrial y ratifica su compromiso con Tucumán como corazón operativo y productivo. Así lo expresó el CEO de la compañía, Manuel Suárez Altuna, en una entrevista concedida a LA GACETA, en la que abordó los principales ejes de transformación del grupo, sus objetivos de mercado y la visión a futuro.

Según Suárez Altuna, la firma tomó una decisión clave hace tres años: abandonar el negocio de fruta fresca para concentrarse exclusivamente en el limón industrial. “Vendimos nuestras operaciones de fresco en Perú y Sudáfrica para focalizarnos 100% en el procesamiento de limón, con nuestra base principal en la Argentina”, destacó. San Miguel cuenta hoy con operaciones en Uruguay y Sudáfrica, pero es en Tucumán donde se produce más del 50% de su volumen global.

El plan estratégico tiene una meta ambiciosa: alcanzar el 20% de participación en el mercado mundial de limón procesado. Actualmente, la compañía se encuentra entre el 17% y 18%, con una capacidad de procesamiento en Famaillá de entre 230.000 y 250.000 toneladas por año. “Nuestra planta de Tucumán es el emblema de esta transformación. Es nuestra matriz de abastecimiento y la sede de un modelo que sigue funcionando tal como fue proyectado”, aseguró el directivo.

Inversiones sostenidas y eficiencia productiva

Durante la reconversión del modelo de negocio, San Miguel atravesó un 2023 con resultados negativos, pero en 2024 logró revertir la situación con un Ebitda positivo. Esto fue posible, en parte, gracias a un sostenido plan de inversión en tecnología y mejora de procesos productivos.

El CEO de la compañía, Manuel Suárez Altuna.
El CEO de la compañía, Manuel Suárez Altuna.

“Incrementamos la productividad en nuestros campos en un 50%, pasando de 40 a más de 60 toneladas por hectárea, algo sin precedentes en la provincia”, precisó Suárez Altuna. Además, la empresa invierte anualmente más de 4 millones de dólares en su operación tucumana y, en los últimos cuatro años, acumuló una inversión de 18 millones de dólares.

El vínculo con los pequeños y medianos productores locales también forma parte del engranaje operativo. “Somos el principal comprador de fruta de terceros, con más de 100.000 toneladas al año”, destacó el CEO.

Financiamiento, coyuntura y perspectivas

Durante los últimos días, San Miguel debió enfrentar una obligación financiera, lo que generó rumores en el mercado. Sin embargo, Suárez Altuna desestimó cualquier señal de crisis: “Hubo mucho más ruido del que realmente ocurrió. Ya teníamos en caja los fondos necesarios para cumplir con la Obligación Negociable, y lo hicimos en tiempo y forma con un aporte adicional de los accionistas”.

El ejecutivo remarcó que el actual contexto macroeconómico argentino abre nuevas posibilidades de financiamiento. “Estamos evaluando opciones más beneficiosas que el mercado local de deuda, incluso con estructuras de capital más eficientes para el crecimiento futuro”, afirmó.

Pese a la volatilidad global, San Miguel mantiene una estrategia clara: enfocarse en ser el mejor productor industrial de limón del mundo. “Nos especializamos en lo que podemos controlar: productividad, eficiencia y calidad. Si somos los mejores en eso, vamos a seguir siendo competitivos”, señaló.

Con operaciones en varios países, la empresa no pierde de vista sus raíces. “Tucumán es nuestro ADN. Aquí está nuestro ancho de espada. La planta de Famaillá está más fortalecida y renovada que nunca”, dijo Suárez Altuna, al tiempo que reafirmó su compromiso con la provincia. “El talento tucumano es parte esencial del crecimiento de nuestros proyectos en el exterior. Queremos seguir otros 70 o 100 años más aquí”.

El CEO de San Miguel fue cauto pero optimista sobre el futuro del sector. “A pesar de las dificultades, como la sobreoferta o la caída de plantaciones, si todo se da como esperamos, la temporada 2026 podría marcar un cambio de ciclo hacia una citricultura más sustentable”.