Un equipo de investigadores de la Universidad Nacional de Tucumán (UNT), en colaboración con el municipio de Tafí Viejo y la planta piloto de Procesos Industriales Microbiológicos (PROIMI) del Conicet NOA Sur, está liderando una iniciativa innovadora que fusiona economía circular y tecnología avanzada. Se trata del desarrollo de un acelerador natural de compostaje o biofertilizante a partir de subproductos de la industria citrícola, con un enfoque claro en la sostenibilidad ambiental y la cerrada vinculación entre la investigación científica y la aplicación práctica.

La génesis de este proyecto se sitúa en el Centro de Interpretación Ambiental y Tecnológico (CIAT) de Tafí Viejo, específicamente en su planta de procesamiento de residuos secos y orgánicos, que se ha consolidado como un referente en la provincia en términos de sostenibilidad ambiental.

Aquí, los residuos orgánicos se destinan principalmente al abono de tierras y plantas municipales, viveros locales, puntos de ecocanjes y, en menor medida, retornan a los productores. En este contexto estratégico, los investigadores de la UNT y del Conicet están llevando a cabo una investigación a escala campo para probar un acelerador de compostaje microbiológico con resultados prometedores.

La doctora en bioquímica Cintia Romero lidera este grupo de investigación, compuesto por Enzo Raimondo, Carolina Navarro, Analía Álvarez, Verónica Runco, Karina Cruz, María Inés Gómez y Mauricio Colombo. Romero explica que están trabajando en un desarrollo tecnológico que acelera el proceso de descomposición de la materia orgánica, involucrando disciplinas como la química, la física y la biotecnología.

Avance en la agricultura sostenible: desarrollan un biofertilizante en base a los desechos de la industria citrícola

“El CIAT de Tafí Viejo nos solicitó probar nuestro desarrollo a la escala de la planta para degradar la materia orgánica que llega ahí. Tienen como subproducto todo lo que viene de la industria citrícola, frutas, resto de poda y también subproductos de la industria del jugo y de la cáscara de limón”, expresó Romero.

La aplicación práctica de este proyecto implica la utilización de un acelerador microbiológico que optimiza el proceso de compostaje, permitiendo que los microorganismos naturales descompongan la materia orgánica con mayor rapidez. El resultado es un biofertilizante, desarrollado íntegramente con biomoléculas orgánicas, que aporta carbono y nitrógeno a la tierra. “En el laboratorio desarrollamos biomoléculas que aplicamos luego en el compost y el proceso se acelera de 120 días (sin usar acelerador) a 45 días (con nuestro fertilizante). Obtenemos un biofertilizante que aporta carbono y nitrógeno a la tierra y luego vuelve a la industria citrícola como nutriente para el cultivo del limón”, especificó.

Por su parte, Enzo Raimondo, doctor en ciencias biológicas, subrayó la relevancia del biofertilizante obtenido, destacando que su composición y calidad son comparables a los productos comerciales. “La importancia del trabajo reside en que se trata de un desarrollo local que podemos realizar a bajo costo y que, en el futuro, podríamos comercializar en la región”, destacó.

Romina Rueda, responsable de la planta de compostaje industrial del CIAT, en tanto elogió la colaboración con la UNT y destacó la contribución significativa de estos proyectos científicos. "Con estos desarrollos científicos, vamos a potenciar el producto final que sería el compost. El inóculo de la UNT acelera el proceso de compostaje y le aporta valor agregado", indicó Rueda. Aunque actualmente el 90% del compost producido se consume localmente, se busca expandir el alcance de la planta generando ingresos para la venta a productores locales y a la comunidad en general.